
Comenzaré por el principio, aún no sé como expresarlo bien, pero te diré que un principio todo lo que se conoce era nada.
Hubo uno, el único, el grande, el que todo lo pudo y todo lo hizo, al menos todo de lo cual tengo conocimiento, no es sencillo hablar de él, nadie lo vio, mas no puedo decir que nadie lo conoció…
Juntó entonces el caos y formó vida, dicen del barro como fuente de su inspiración, y de éste nos creó; “polvo fuimos y polvo seremos”, no detallaré el cómo lo hizo pues para nosotros es algo de más conocido. Juntó dos de cada uno, y para el último, el destinado a gobernar, sacó de él mismo a su número dos, así todo estaría completo, pues al séptimo día él descansó.
Nadie sabe si es leyenda, mito o cuento, pero razones de más tenemos para admitir su grandiosa obra. No sé mi querido lector, en qué situación se encontrará ahora, si aún puede respirar la brisa suave de las mañanas, si aún en el mar hay vida, si aún en los cielos vuelan las plumas o si en la tierra aún quedan testigos de lo que pasó, pues creo que todo lo acabamos ya.
Llegó entonces el momento de pensar, y así lo hicimos. En un principio transformamos ciertos instrumentos y los adecuamos a nuestra necesidad, pues no teníamos pieles que nos resguardasen del frío, o armas naturales de defensa, éramos presa fácil de los que no razonan. Transformamos entonces instrumentos para resguardar nuestra vida, para obtener alimento y para protegernos del clima, pero cada vez éramos más insaciables, lo teníamos todo y aún así queríamos más. Intentamos entonces modificar no solo instrumentos, sino también a la propia naturaleza, domesticamos la tierra y domamos el agua; construimos luego grandes palacios que simbolizaban nuestra falsa deidad, quisimos ser únicos dueños y amos de todo cuanto el grande creó, mas no vimos que esto mismo nos enviaría a nuestra propia destrucción.
Si hacía frío, hacíamos calor, si sed teníamos agua no bebíamos, la convertíamos en licor, y poco a poco gracias a la “razón” empezamos a olvidar al creador. Mucho tiempo pasó, siglos y siglos, ya no nos saciaba tener prendas para resguardarnos, ahora debía ser a nuestro gusto, en color, forma y diseño; las épocas en las cuales nosotros huíamos de la naturaleza habían acabado, ahora ésta huía de nosotros. Nos volvimos inconcientes, desesperados de poder y destruimos todo cuanto se nos dio, solo por diversión y frivolidad. Las aguas no eran más hogar de la fauna marina, quisimos ser dueños, no solo de la tierra, sino también del mar y de los cielos.
Creamos infinidad de dioses falsos para que apoyasen nuestros actos, y en estos resguardarnos por temor al único, al grande, al creador. Cuando esto no funcionó, inventamos toda clase de ciencias que nos explicasen el porque de nuestra existencia, pues incrédulos nosotros no aceptábamos que hubiese alguien tan grandioso que pudiese haber hecho tanta maravilla. Cuando esto no funcionó creamos sombras que pudieran darnos respuestas, y éstas lo hicieron, de un modo estrepitoso que nos infundían miedo; lo que usted no sabe mi querido lector, es que estas sombras fueron creación del primero, del grande, del creador. Poseedores de gran sabiduría, es verdad, pero toda ella oscura, y usada a su favor; y nosotros mi querido lector, creímos ciegamente en ellas. Pues estas sombras malditas, daño y muerte causaron, todo con una fruta prohibida, que indebidamente tomamos.
Nos desmedimos en todo cuanto placer nos causaba, no importaba el prójimo siempre y cuando uno se saciara, no solo destruimos la naturaleza, empezamos a destruirnos a nosotros mismos.
Arto de contemplar tanta frivolidad y demencia, el creador envió a su semilla a la tierra para liberarnos de todos los males que nosotros mismos nos provocamos, y en lugar de adorarle y pedir piedad, le castigamos y latigamos, tildándole de orate y llevándole a la muerte; mas éste bendito al morir nos borró todo mal del alma, y aún así muy pocos hoy en día le recuerdan con cariño, devoción y humildad.
Vinieron luego tiempos peores, se crearon legiones para gobernar toda la tierra, entre ellas guerras sostenían por algo que no les pertenecía; inventamos entonces lo que hasta ahora, a puertas de la completa destrucción seguimos usando y para mal. Un pedazo de metal que al tirar de él podías matar in control, grandes aves grises que desde el cielo arrojaban muerte, acuáticos que en el mar solo causaban destrucción y así poco a poco todo empezó a acabar.
No solo nos matábamos entre nosotros, sino que además la demencia se apoderó de nuestra razón, no había libertad, mucho menos paz, la soberbia y la injuria eran cotidianos, al despertar no era otra cosa que acontecimientos funestos, peor aún provocados por nosotros mismos.
Muchos de nosotros aún recordábamos al creador, y unos pocos falsos en nombre de éste nos despojaron de todo cuanto poseíamos, muerte y más muerte llegó en nombre del creador, nos quitaron nuestras ideas, mataron a nuestros hijos y nos tildaron de adoradores de las sombras, sin ninguna razón.
No comentaré todo cuanto estos pocos falsos seguidores del creador hicieron para mal en la tierra, pero poco a poco esto acabó y así empezó una nueva era. En ésta todo estaba permitido, el adorarle o no era electivo, la euforia y la locura se apoderó de nuestros corazones, la amargura y la incredulidad nos llenaron de odio y resentimiento. Al poco tiempo empezamos a culpar al grande por todo, cual capricho nos poseía y no pudiendo realizarlo, encolerizados, maldecíamos al poderoso… mas no razonábamos que todo cuanto no poseíamos era fruto de nuestras malas elecciones y pésimo comportamiento.
Tampoco diré cómo fue que todo terminó, pero fue la furia de la propia naturaleza la que nos destruyó.
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